martes, 22 de julio de 2008

Killing in the rain.

Llovía copiosamente en la ciudad, y se cortaban las gotas en el filo de la katana, el samurai se preparaba, aún sintiendo que algo saldría mal. Corrió y cortó mil cabezas, pero algo en su interior le corroía, ¿en que momento de duda se acabaría tal frialdad y caería?, se sintió débil, pero aún así siguió el camino, a rostro descubierto y sin pudor miraba a sus enemigos, no se amedrentaba aún.
Lejos de allí aún corriendo miró su reflejo y tuvo temor, como nunca sintió su alma desvalida, nada podría hacerlo tan fuerte como fue.
Vio en las calles corazones desparramados, ya sin energía tomo uno y lo engulló, no era su costumbre, pero el miedo pudo más, al contrario de lo que pensaba se sintió aún más débil, confirmando que era el alma lo que le hacía fuerte, no lo físico, ya no habría vuelta atrás.
Fue entonces que sintió el brillo de otra katana, por un segundo pensó en caer, pero no, esta vez le perdonaron la vida, no era un rival para competir, no sería justo pelear con alguien asi, con cobardes no sirve, "eras más fuerte ayer" no soportó y quiso arrebatarle la vida a quien estaba al frente, cualquier cosa menos humillación, sintió. Pero era tarde ya nunca sería el rival fuerte que había sido.
La cobardía no era asunto de los fuertes, la cobardía hace débil al hombre físicamente fuerte, enfundó y marchó a casa para no volver hasta hacerse valiente, hasta desangrar su corazón y destilar todos sus miedos.

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